Un equipo liderado por investigadoras del Instituto Leloir y del Conicet descubrieron el inesperado efecto de drogas que “atascan la replicación del ADN de las células malignas y frenan, así, su proliferación y podría beneficiar la terapia de cánceres diversos como los de mama, colon, hígado y sangre”.
Los investigadores -mediante estudios en cultivos de células tumorales- identificaron un efecto inesperado que podría mejorar el resultado de tratamientos con un fármaco que se está probando en diversos cánceres de órganos y de la sangre, informó la agencia CyTA de la Fundación Leloir.
En distintos tumores, como los de mama, colon, hígado, estómago y algunas leucemias, se genera una dependencia “adictiva” de las células malignas hacia una proteína, llamada Chk1, que garantiza el copiado del ADN tumoral para su posterior multiplicación.
Por esta razón, varias empresas farmacéuticas de los Estados Unidos, Inglaterra y España están probando en ensayos clínicos ciertas drogas que inhiben esa molécula en combinación, o no, con rayos y quimioterapia.
Ahora, el Laboratorio de Ciclo Celular y Estabilidad Genómica liderado por Vanesa Gottifredi, en la Fundación Instituto Leloir (FIL), comprobó que los inhibidores de Chk1 producen un efecto terapéutico adicional. “Este conocimiento podría inspirar el desarrollo futuro de terapias más eficaces”, señaló la científica.
Los autores del nuevo estudio demostraron que los inhibidores de Chk1 no solo tienen un efecto directo sobre la activación de esa proteína, algo que ya se sabía, sino que además producen alteraciones en el ADN de las células tumorales y provocan que se “atasque” su copiado, lo que interfiere con su multiplicación.
“La eliminación de Chk1 tiene dos funciones antitumorales desacopladas e independientes que pueden ser aprovechadas para matar a la célula tumoral”, afirmó Gottifredi, también investigadora del Conicet.
Tal como revela la revista “The EMBO Journal”, publicación de la Organización Europea de Biología Molecular, el estudio liderado por los investigadores argentinos demostró que las drogas que se están testeando en pacientes causan un inesperado aumento de “barreras replicativas” o lesiones en el ADN.
El estudio realizado en cultivos celulares demostró que ambos efectos, la inhibición sobre Chk1 y las lesiones del ADN, son necesarios para producir la muerte de las células cancerígenas.
El nuevo estudio tiene claras implicaciones para el diseño de terapias combinadas, ya que indica que la efectividad de los inhibidores de Chk1 podría no potenciarse si se combina con los rayos o los agentes quimioterapéuticos, ya que ambos tratamientos solaparían esfuerzos en la misma dirección: crear barreras replicativas.
Marina González Besteiro, primera autora del trabajo e investigadora del Conicet en la FIL, sugiere que, por el contrario, un mejor resultado podría obtenerse si los inhibidores de Chk1 se combinan con agentes que entorpezcan el “salvataje de atascamientos” del copiado de ADN.
Aunque ese enfoque todavía no se está evaluando en modelos preclínicos o clínicos, esta información es útil para ayudar a identificar “en qué situación conviene usar los inhibidores de Chk1 para mejorar el resultado terapéutico”, indicó Gottifredi.
Para la doctora Laura Todaro, investigadora del Conicet en el Instituto de Oncología Ángel H. Roffo, quien no participó del estudio, la molécula Chk1 es “interesante”.
La científica elogió “el enfoque novedoso que pone de manifiesto dos mecanismos biológicos que conducen al retardo del crecimiento de las células tumorales”.
“Se espera que este tipo de abordaje terapéutico sea menos tóxico que la quimioterapia tradicional, aunque no se puede descartar la opción de combinarlos”, añadió Todaro.